La ayuda mutua en las comunidades latinas hace frente a necesidades cruciales durante la pandemia

Desde que el brote de coronavirus obligó al gobernador Roy Cooper a declarar un estado de emergencia en Carolina del Norte a mediados de marzo de este año, el impacto desproporcionado de COVID-19 en la comunidad latina del estado ha llegado a ser evidente.

Según datos del Departamento de Salud y Servicios Humanos, aunque los latinos son solamente el 9% de la población del estado, constituyen aproximadamente el 44% de casos de COVID-19 en Carolina del Norte de los que se sabe la etnia del enfermo.

Esta disparidad se ve de manera aún más clara en el condado de Forsyth, donde los latinos representan el 13% de la población pero el 68% de los que se han contagiado con el virus.

Sin embargo, para la comunidad latina, el efecto de la pandemia se ha extendido más allá de la salud: siendo trabajadores esenciales en sectores donde el distanciamiento social no siempre es posible, algunos latinos han tenido que escoger entre proteger su salud o recibir un sueldo.

Iliana Santillán, la directora People Power de Poder NC Action, una organización sin afán de lucro radicada en Raleigh, dijo “después de que [el coronavirus] surgió en las plantas procesadoras de pollo, la gente tuvo miedo de seguir trabajando. Muchos han pedido ayuda para pagar las facturas. Es desgarrador ver lo que están pasando.”

Los beneficios federales proporcionados por el gobierno, que han incluido cheques de estímulo y fondos para reembolsar el gasto de pruebas de COVID-19 para los no asegurados, han atenuado hasta cierto punto estas consecuencias económicas. A nivel local, entidades filantrópicas como The Kate B. Reynolds Charitable Trust y The Duke Endowment han apoyado a las poblaciones más afectadas por la pandemia al liberar millones de dólares en fondos de asistencia.

Aun así, el impacto de estas medidas ha sido limitado.

Por ejemplo, los latinos sin papeles y los que han declarado los impuestos conjuntamente con alguien que tiene un Número de Identificación Personal del Contribuyente (ITIN), a menos que formen parte de familias militares, no cumplen los requisitos para los beneficios del CARES Act.

De manera parecida, ciertos proveedores médicos han sido desalentados de participar en el programa de reembolso del gobierno debido a unas reglas acerca de la entrega de información de identificación de los pacientes. Para asegurarse de que sus reembolsos se tramiten a tiempo, es preciso que los proveedores recopilen (o confirmen que han intentado recopilar) el número de seguro social de sus pacientes no asegurados o su identificación estatal/licencia de conducir. Esto ha sido difícil para grupos como LliBott Consultorios Médicos, un proveedor de atención primaria cuyas clínicas en el Piedmont tienen una política de no solicitar el número de seguro social de sus clientes.

La Liga Hispana, una organización sin ánimo de lucro de Winston-Salem, también ha enfrentado a obstáculos al intentar apoyar a la comunidad latina en la ciudad. La organización reaccionó de manera rápida ante el brote de COVID-19, transmitiendo información acerca del virus en vivo semanalmente y coordinando la distribución de mascarillas. Sin embargo, en cuanto a tratar las necesidades financieras de la comunidad latina, la Liga Hispana tuvo que solicitar fondos externos, un proceso que puede tardar semanas o meses.

Ya que muchos proveedores y organizaciones de servicio han tropezado con trabas parecidas, ciertas comunidades han encontrado la manera de tomar el asunto en sus propias manos: la ayuda mutua.

¿Qué es la ayuda mutua?

Las redes de ayuda mutua son plataformas populares cuyo propósito es facilitar el intercambio de bienes materiales, servicios o dinero entre los miembros de una comunidad. Su forma puede variar. Unas redes se organizan en hojas de cálculo con información acerca de cómo acceder a recursos comunitarios. Otras se encuentran en páginas web donde se puede subir solicitudes de ayuda financiera o cumplirlas.

Como práctica, la ayuda mutua ha sido una herramienta de organización comunitaria desde hace siglos. Las sociedades benéficas de la Inglaterra del siglo XVIII y las Free African Societies que surgieron en los Estados Unidos después de la Guerra de Secesión establecieron sistemas de beneficios recíprocos. Sus miembros se apoyaban entre sí cuando uno sufría una enfermedad, el desempleo como consecuencia de un accidente o la muerte de un familiar.

En la edad contemporánea, el Partido Pantera Negra se aprovechó del poder de la ayuda mutua para sostener sus Programas de Supervivencia. El programa de desayuno gratuito de los años sesenta y setenta, por ejemplo, dependía de supermercados locales y del trabajo de voluntarios para alimentar a más de 20.000 estudiantes por semana en sitios urbanos en los Estados Unidos. En la misma época en Winston-Salem, las Panteras Negras fundaron un servicio de ambulancia gratis al darse cuenta de que el condado se negaba a transportar a gente negra que no lograba permitirse la tarifa de la ambulancia pública.

Sacando la cara por la comunidad latina

La ayuda mutua ha llegado a ser un recurso imprescindible durante la pandemia por las comunidades latinas de Carolina del Norte. Al utilizar conexiones entre iguales, las redes de ayuda mutua han podido diseminar recursos a las zonas de mayor necesidad con eficacia mientras la infraestructura tradicional de ayuda se ha demorado.

Loan Tran, codirector de Southern Vision Alliance, ha presenciado este fenómeno de primera mano.

Hace algunos meses, Southern Vision Alliance colaboró con el Comité de Acción Popular para establecer el Fondo de Solidaridad para Migrantes, un iniciativo que plantea proporcionar ayuda mutua y asistencia de emergencia a inmigrantes no documentados.

“Cuando lanzamos el fondo, recibimos solicitudes de gente de todas partes de Carolina del Norte y hasta de fuera del estado. Esto enfatiza el tremendo nivel de necesidad y la tremenda presión bajo la que están los organizadores comunitarios ahora mismo para responder a ello,” dijo Tran.

Por suerte, según Tran, los seres humanos sí saben sacar la cara por sus prójimos. El Fondo de Solidaridad para Migrantes ha recibido contribuciones comunitarias de más de $5.000. Estos fondos han apoyado a más de 100 familias en Charlotte-Mecklenburg y el condado de Wake.

El Pueblo, una organización sin fines de lucro radicada en Raleigh, ha montado un proyecto parecido – Apoyo mutuo para familias inmigrantes – para inmigrantes de Carolina del Norte que han sido afectados financieramente por COVID-19.

Florence Simán, directora de programas en El Pueblo, dijo que la organización ha estado tramitando unas 60 solicitudes de ayuda cada semana desde mayo. Hacerlo ha sido un proceso difícil emocionalmente.

“Esta semana, leímos la solicitud de una madre encinta con seis hijos cuyo marido ha sido detenido y está en proceso de deportación,” dijo Simán. “Esta situación es una crisis.”

Aun así, Simán, como Tran, se siente animada al ver cómo la comunidad ha demostrado su apoyo para sus prójimos en este duro momento. Hasta ahora, el fondo ha juntado casi $40.000 en contribuciones comunitarias y satisfecho 566 solicitudes financieras.

“El nivel de necesidad es muy grande, pero es poderoso ver a nuestras comunidades aunando esfuerzos, el uno en solidaridad con el otro,” dijo Simán. “Algunas personas se pusieron en contacto conmigo para informarme de que habían enviado una solicitud por parte de alguien o que habían entregado su correo electrónico en la solicitud por alguien que no tenía uno. La gente se está apoyando.”

La solidaridad, no la caridad

En el mundo de la ayuda mutua, este desarrollo comunitario es tan importante como el intercambio de fondos y bienes.

“Proporcionar ayuda material es sólo un aspecto,” dijo Tran. “El otro aspecto tiene que ser que la comunidad siga organizándose y construyendo el poder. [Con la ayuda mutua], podemos juntarnos todos para realizar reformas en los sistemas económicos y sociales fundamentalmente desiguales [de nuestro país].”

Además, la ayuda mutua pretende fundamentar estas relaciones comunitarias fuertes en la confianza y la solidaridad. Lily Levin, una estudiante de la Universidad de Duke y administradora de Duke Mutual Aid, lo explica así: “[La ayuda mutua] no es un favor caritativo. Nadie tiene que demostrarnos nada. Llegamos a la gente donde sea que esté.”

Santillán—de Poder NC Action—ha seguido el mismo camino en su trabajo con Mi Para Ti, un fondo de ayuda mutua que apoya a las comunidades latinas en zonas rurales del estado. Ella está orgullosa de que Mi Para Ti haya facilitado el traspaso de dinero sin intermediarios a través de Cash App y Venmo.

“Uno no tiene que ser una fundación o tener ingresos millonarios. Das lo que puedas, incluso sólo $20,” dijo Santillán. “Cualquier donativo ayuda. Sólo queremos asegurarnos de que nuestra comunidad llegue a sobrevivir estos tiempos difíciles.”

Santillán, como Levin, espera que la popularidad de la ayuda mutua se extienda aun después de la pandemia.

“Cuando COVID pase, debemos ser conscientes de cómo podemos mantener estas redes de apoyo comunitario que necesitamos todos,” dijo Santillán. “Ojalá que Mi Para Ti—y la ayuda mutua—hayan llegado para quedarse.”

Recursos

Para más información acerca de la ayuda mutua y cómo establecer una red de ayuda mutua en su propia comunidad, véase:

El iniciativo Mi Para Ti invita a que la comunidad apoye su fondo de ayuda mutua en solidaridad con la comunidad latina en Carolina del Norte. Para aprender más o hacer una contribución, vaya a https://www.miparati.com/es.

Para más recursos acerca de COVID-19, véase: